El trabajo con uno mismo es una tarea cotidiana, ardua; por momentos tediosa y cansadora. ¿Por qué digo esto? Porque creo que “la caridad bien entendida empieza por casa”, o sea, he aprendido a no horrorizarme de mí y en general acepto lo que aparece en mi interior, sean estos sentimientos positivos o no. A veces, me ha resultado más difícil aceptar los sentimientos positivos que los negativos. Por mi educación católica y el temor de “caer en el pecado de soberbia”, no atesoro lo bueno que hay en mí. Al final son puras pamplinas para no aceptarme, y por lo tanto, no quererme íntegramente. Mucho más complejo es aceptarse a uno mismo sintiendo: ira, celos, envidia, rivalidad, miedo, orgullo, rencor, resentimiento; por nombrar sólo algunos.
¿Cómo quedo yo frente a mí misma? En general, los seres humanos tenemos defensas frente a esto que nos permite mantener cierta tranquilidad interior: habitualmente utilizamos el mecanismo de negación, es decir, esto no existe; y casi por arte de magia esos sentimientos son borrados del área de nuestra consciencia. Así logramos mantener esa imagen de nosotros que es ego-sintónica, o sea, esa valoración que está en sintonía con nuestro Yo. Pero, ¿qué pasa cuando este mecanismo no funciona? Tenemos a mano otro recurso: consiste en ver en los demás aquello que no soportamos ver en nosotros mismos. Nuestro discurso interno nos dice: “no soporto a fulano porque se enoja” o “no me gusta mengano porque es resentido” o el ejemplo que ustedes quieran crear desde su experiencia de vida. Entonces, quedamos exonerados de culpa alguna, porque es el otro el que tiene esos sentimientos, no yo. Cuando nos atrevemos a hilar un poco más fino, y somos capaces de preguntarnos: ¿Por qué tengo este sentimiento desproporcionado hacia éste o aquél? Cuando aflora nuestra sinceridad para con nosotros mismos, vemos que ese sentimiento que odiamos en el otro nos pertenece. He ahí el desafío, una vez que hago contacto con esta parte de mí y no la oculto en mi inconsciente, ni la deposito fuera de mí, comienza el verdadero trabajo de observación y aceptación de mi persona. Y resulta que en la medida que utilizo mis sentimientos, positivos o negativos, en esta forma de trabajo, me voy aceptando.
Pero la maravilla no termina aquí. En la medida en que me acepto a mí mismo, soy más empático con los demás. ¿Qué quiere decir empático? Quiere decir que soy capaz de ponerme en el lugar del otro, comprendiéndolo y aceptándolo. O sea, en la medida en que me acepto a mí mismo, soy capaz de aceptar a los demás. Y es aquí donde se me hace clara la frase bíblica: “Amar al prójimo como a uno mismo”. En la medida en que soy capaz de amarme a mí mismo, en mis luces y en mis sombras, voy a ser capaz de aceptar y amar a los demás.
Muchas veces nos pasa, que somos capaces de verternos en los demás con mucha más facilidad de la que nuestro mundo interno nos propone a cada momento. Es frecuente en las mujeres encontrar esta modalidad, no sólo como vía de crecimiento, sino como vía de escape de uno mismo. Atendemos a hijos, maridos, padres; pero nos diluimos en cuidados hacia los demás, sin poder encontrarnos con nosotras mismas desde un lugar de crecimiento interno.
Por esto tenemos una gran posibilidad de desarrollo o evolución, que es atender a nuestra interioridad, desde un lugar de comprensión para con uno mismo, utilizando cada vivencia como una oportunidad para desplegar lo que tenemos como potencial los seres humanos.
* QuieN CoNTieNe A La DiVeRSiDaD...
(Cosmos)
WaLT WHiTMaN
Quién contiene a la diversidad y es la Naturalezaquién es la amplitud de la tierra y la rudeza y sexualidad de la tierray la gran caridad de la tierra, y también el equilibrioquién no ha dirigido en vano su mirada por las ventanas de los ojoso cuyo cerebro no ha dado en vano audiencia a sus mensajerosquién contiene a los creyentes y a los incrédulosquién es el amante más majestuosoquién, hombre o mujer, posee debidamente su trinidad de realismode espiritualidad y de lo estético o intelectualquién después de haber considerado su cuerpoencuentra que todos sus órganos y sus partes son buenosquién, hombre o mujer, con la teoría de la tierra y de su cuerpocomprende por sutiles analogías todas las otras teoríasla teoría de una ciudad, de un poemay de la vasta política de los Estadosquién cree no sólo en nuestro globo con su sol y su lunasino en los otros globos con sus soles y sus lunasquién hombre o mujer, al construir su casano para un día sino para la eternidadve a las razas, épocas, efemérides, generaciones.El pasado, el futuro, morar allí, como el espacioindisolublemente juntos.
Walt Whitnan (Estados Unidos 1819 – 1892)
Reseña biográfica
Desde niño leyó con avidez los clásicos, interesándose muy especialmente en Goethe, Hegel y Emerson, quienes se convirtieron luego en su fuente de inspiración. Abandonó los estudios básicos para emplearse como ayudante de imprenta y más tarde ofició como maestro y periodista, escribiendo artículos para diversas revistas y periódicos. En 1850 se trasladó a New Orleans para trabajar en el campo de la construcción. Cinco años más tarde, tras un gran esfuerzo económico, publicó su famosa obra "Hojas de hierba", alabada en todos los medios literarios y reeditada un sinnúmero de veces.Durante la Guerra Civil norteamericana sirvió como ayudante de enfermería. Al terminar el conflicto continuó añadiendo poemas para las nuevas ediciones de su obra y escribiendo ensayos de contenido político. Aquejado por varias enfermedades, se estableció en New Jersey donde falleció en marzo de 1892.
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