jueves, 25 de febrero de 2010

LA MATERNIDAD Y LA PATERNIDAD: DOS VIVENCIAS, UNA VIVENCIA…

Hace algunos años escuché esta frase y no recuerdo quien la dijo o a quién pertenece: “Educar es enseñarle a los hijos a vivir sin uno.” Resulta que sí observamos en la naturaleza la función de los padres para con sus crías, es exactamente esta, hay un período en que los animales protegen, cuidan, dan de comer, proveen el alimento y al mismo tiempo enseñan a cazar o a volar o a ejercer la destreza necesaria para que el novel miembro de esa especie continúe adelante.
Esta frase me marcó profundamente y siempre sentí que mi rol como madre y docente estaba orientado por esta condición. Esta experiencia vital contiene varios supuestos que orientan el accionar cotidiano. La primera es tomar conciencia de que: “Tus hijos no son tus hijos, son los hijos y las hijas de la Vida”, como bien nos enseñaba Kalhil Gibran. Parecieran frases que uno ya conoce, hasta podría pensarse sí no hay nada nuevo bajo el Sol, pero en realidad lo difícil no radica en leerlas o entenderlas, sino en vivirlas. A partir de esto, creo que a cualquier padre o madre se le plantea el tipo de amor con el cual educará a su progenie. Claro también es un tema que parece remanido, quién no sabe que es el amor. Pero si nos pusiéramos a hablar de lo que para cada uno de nosotros significa amar, nos encontraríamos que usamos la misma palabra con diferentes sentidos. Es frecuente, que el amor que le prodigamos a nuestros hijos tenga mucho que ver con que: “no sufran lo que yo sufrí”, olvidando que es una persona distinta de mí y que hará una experiencia de vida totalmente novedosa y original. Este es uno de los mayores desafíos, saber que mis hijos no son una continuación de mi persona, sino seres originales y únicos dignos de amor y respeto. Muchas veces creemos que los estamos amando profundamente y lo único que estamos haciendo es ahogarlos en cuidados, no porque realmente los necesiten ellos, sino porque los necesitamos nosotros para calmar la ansiedad que nos despierta, por ejemplo verlos sufrir, ya sea por que se lastimó una rodilla jugando con el amiguito, o más adelante en la vida, porque el novio la dejó de amar. La sobreprotección tiene más que ver con la madre o el padre que con el hijo/a en sí mismo. ¿Qué quiero decir con esto? Simplemente, que cuando atendemos solícitamente cada una de sus demandas, lo que estamos haciendo es calmar el vértigo interior que nos produce no poder resolver las cosas más profundas que les ocurren. No podemos, ni debemos: hacer la tarea por ellos, elegir que van a ser cuando sean grandes y mucho menos a quién amarán. Sin embargo, cómo dice Serrat, “nos empeñamos en dirigir sus vidas, sin conocer el oficio y sin vocación” y es allí dónde debería sobrevenir la pregunta: ¿Qué es lo que este hijo/a representa para mí? ¿Qué agujero existencial está llenando en mí? Todo padre o madre responde consciente o inconscientemente a estas preguntas. Lo exprese verbalmente o no, todo su accionar puede ser leído para entender cuáles son los fundamentos en los cuales se apoya. Es maravilloso cuando comprendemos que al amarlos los impulsamos como flechas en el tiempo y en el espacio hacia su Propia Vida, o sea, hacia su autorrealización vital. Claro que todo esto lleva implícito el sentido que nosotros le damos a la Libertad, propiciamos una Libertad responsable, donde los hijos puedan elegir y hacerse cargo de sus propias elecciones, o nos angustiamos tanto frente a esto, que de alguna manera aconsejamos u orientamos lo que les conviene: “porque yo ya lo viví antes y sé lo que te digo.”

En general, tengo la convicción de que muchas veces los mejores filósofos son los artistas, por eso me siento reflejada y al mismo tiempo expresada a través de la letra de la canción que está en primer término y la breve poesía de mi querido Maestro.


ESOS LOCOS BAJITOS

A menudo los hijos se nos parecen, y así nos dan la primera satisfacción; ésos que se menean con nuestros gestos, echando mano a cuanto hay a su alrededor. Esos locos bajitos que se incorporan con los ojos abiertos de par en par, sin respeto al horario ni a las costumbres y a los que, por su bien, (dicen) que hay que domesticar. Niño, deja ya de joder con la pelota. Niño, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca. Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma, con nuestros rencores y nuestro porvenir. Por eso nos parece que son de goma y que les bastan nuestros cuentos para dormir. Nos empeñamos en dirigir sus vidas sin saber el oficio y sin vocación. Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones con la leche templada y en cada canción. Nada ni nadie puede impedir que sufran, que las agujas avancen en el reloj, que decidan por ellos, que se equivoquen, que crezcan y que un día nos digan adiós.
Horacio Salas/Joan Manuel Serrat

“Como un padre
o una madre,
todo responsable
de un proceso educativo
debe saber
“dar lugar al que viene”,
al educando, hacerse
él mismo camino y no
obstáculo por un amor
posesivo que intenta
retener-para-sí
a quien, hasta por oficio,
se debe ayudar
a lanzarse en la flecha
del propio crecimiento.”
Manuel Artiles

No hay comentarios:

Publicar un comentario