jueves, 25 de febrero de 2010

EL ENCUENTRO DE A DOS: LA PAREJA

Difícilmente nuestra cultura nos ayude a comprender acerca de la confusión que generan las palabras. Decimos amor y estamos diciendo tantos significados como personas hay sobre esta tierra, sin embargo, hubo quienes quisieron poner un poco de armonía en esta Gran Torre de Babel que son las palabras. ¿Qué decimos, entonces? El Amor es una actitud, básicamente reflejada por acciones hacia los demás. Muchas veces confundimos, este sentimiento que promueve la acción y oblación, quiero decir sencillamente el Dar, con la declamación del mismo. A veces la acción de la manifestación del Amor es la no-acción, el quedarse junto al otro en silencio, acompañando. Pero el verdadero amor no parte de nosotros destruyéndonos en ese dar, sino todo lo contrario, sólo podemos amar profundamente a otro, cuando nos amamos a nosotros mismos.
¿Qué nos sucede cuando nos enamoramos? Sencillamente entramos en un estado de conciencia diferente al habitual, en dónde el otro es: “maravilloso, todo lo que siempre soñamos, el ideal que va con nosotros hecho realidad, etc. etc.” Algunos psicólogos que trabajaron el tema nos dicen que en ese estado, lo que hacemos es una proyección de las mejores percepciones de nosotros mismos en esa persona. Cual si fuera una pantalla, en ella depositamos aquellas virtudes personales y se las atribuimos al elegido/a. Pero cabe preguntarnos, ¿es sólo eso? En realidad, no. En buena parte ocurre esto, vemos al otro con ese cristal maravilloso, pero generalmente hay algo en ese otro que despierta esto dentro de mí. Y si a él o a ella le pasa lo mismo, comienza el juego de la seducción y del cortejo. Momentos maravillosos, dignos de ser vividos con absoluta libertad y placer. Esta etapa culmina, cuando el otro se devela como otro diferente de mí, sobreviene la des-ilusión. Como toda realidad ilusoria creada por nuestra mente tiene un costo y es que nos plantea lo siguiente: “Ahora que sé que el otro no es mi espejo, sino alguien diferente de mí, ¿soy capaz de amarlo tal cual es? ¿Me siento complementada/o con ese otro?”. Sí la respuesta es afirmativa, comienza el estar Enamorado, ya no enamoramiento, sino el vivir en al amor a ese otro diferente de mí. Probablemente las mariposas en el estómago pasen, pero sobreviene un amor más sereno, maduro. Este es el amor del crecimiento personal, los dos desarrollando sus potencialidades, estimulando sus virtudes y ayudándose con sus limitaciones. He allí la actitud oblativa hacia el otro. Y es en este amor, cuando realmente nos sentimos plenos.
Dicha plenitud también se ve realizada en el encuentro erótico, como lenguaje de los cuerpos de los amantes. El encuentro sexual en nuestra cultura suele estar investido del tabú, no nos han enseñado desde pequeños que es una de las vivencias más maravillosas para el ser humano. Siempre lo hablamos a escondidas o en broma, se nos dificulta incorporarlo como algo dentro de lo saludable para un ser humano. Todo esto vivenciado inconscientemente, por supuesto. Pero el desafío para nosotros, los occidentales, es traerlo a nuestra consciencia, aprehender, saber por ejemplo cómo está constituido el cuerpo de ella, de él, cómo funciona; conocer por ejemplo que la respuesta sexual femenina es diferente de la masculina y que aprehender esto hace a la posibilidad de comunicarse plenamente con nuestro cuerpo y el cuerpo de ese otro/a que amamos.
La posibilidad de reflexionar sobre este tema, nos permite echar luz sobre lo recibido en nuestra formación. Aprehendimos este idioma amoroso antes de comenzar a razonar, en nuestra primera infancia, con palabras, gestos y actitudes de nuestros mayores y a través de los medios de comunicación masiva, por eso tendemos a confundir el amor novelado romántico con el amor oblativo que nos permite desarrollarnos y crecer mutuamente.

“… Irak, en esa tierra bárbara había nacido el primer poema de amor de la historia universal. En lengua sumeria, escrito en el barro, el poema narró el encuentro de una diosa y un pastor. Inanna, la diosa, amó esa noche como si fuera mortal. Dumuzi, el pastor, fue inmortal mientras duró esa noche. …”
Eduardo Galeano, de su libro “Espejos”

“Yo soy una mejor persona cuando estoy contigo”
De la película “Mejor imposible”, (Jack Nicholson y Helen Hunt).

“… Pero dejad que crezcan espacios en vuestra cercanía.
Y dejad que los vientos del cielo creen danzas entre vosotros.
Amaos con devoción, pero no transforméis el amor en una atadura.
Haced del amor un mar móvil entre las dos orillas de vuestras almas.
Llenaos uno al otro vuestras copas, pero no bebáis de una misma.
Compartid vuestro pan pero no comáis del mismo pedazo.
Cantad y bailad juntos y estad alegres, pero que cada uno de vosotros sea libre. … “
Khalil Gibran, de su libro “El Profeta”
Libros recomendados:
El Arte de Amar – Erich Fromm
La sonrisa de Eros – Manuel Artiles
POEMA DE AMOR

El sol nos olvidó ayer sobre la arena,nos envolvió el rumor suave del mar,tu cuerpo me dio calor,tenía frío,y allí, en la arena,entre los dos nació este poema,este pobre poema de amorpara ti.Mi fruto, mi flor,mi historia de amor,mis caricias.Mi humilde candil,mi lluvia de abril,mi avaricia.Mi trozo de pan,mi viejo refrán,mi poeta.La fe que perdí,mi caminoy mi carreta.Mi dulce placer,mi sueño de ayer,mi equipaje.Mi tibio rincón,mi mejor canción,mi paisaje.Mi manantial,mi cañaveral,mi riqueza.Mi leña, mi hogar,mi techo, mi lar,mi nobleza.Mi fuente, mi sed,mi barco, mi redy la arena.Donde te sentídonde te escribími poema.

Joan Manuel Serrat

LA MATERNIDAD Y LA PATERNIDAD: DOS VIVENCIAS, UNA VIVENCIA…

Hace algunos años escuché esta frase y no recuerdo quien la dijo o a quién pertenece: “Educar es enseñarle a los hijos a vivir sin uno.” Resulta que sí observamos en la naturaleza la función de los padres para con sus crías, es exactamente esta, hay un período en que los animales protegen, cuidan, dan de comer, proveen el alimento y al mismo tiempo enseñan a cazar o a volar o a ejercer la destreza necesaria para que el novel miembro de esa especie continúe adelante.
Esta frase me marcó profundamente y siempre sentí que mi rol como madre y docente estaba orientado por esta condición. Esta experiencia vital contiene varios supuestos que orientan el accionar cotidiano. La primera es tomar conciencia de que: “Tus hijos no son tus hijos, son los hijos y las hijas de la Vida”, como bien nos enseñaba Kalhil Gibran. Parecieran frases que uno ya conoce, hasta podría pensarse sí no hay nada nuevo bajo el Sol, pero en realidad lo difícil no radica en leerlas o entenderlas, sino en vivirlas. A partir de esto, creo que a cualquier padre o madre se le plantea el tipo de amor con el cual educará a su progenie. Claro también es un tema que parece remanido, quién no sabe que es el amor. Pero si nos pusiéramos a hablar de lo que para cada uno de nosotros significa amar, nos encontraríamos que usamos la misma palabra con diferentes sentidos. Es frecuente, que el amor que le prodigamos a nuestros hijos tenga mucho que ver con que: “no sufran lo que yo sufrí”, olvidando que es una persona distinta de mí y que hará una experiencia de vida totalmente novedosa y original. Este es uno de los mayores desafíos, saber que mis hijos no son una continuación de mi persona, sino seres originales y únicos dignos de amor y respeto. Muchas veces creemos que los estamos amando profundamente y lo único que estamos haciendo es ahogarlos en cuidados, no porque realmente los necesiten ellos, sino porque los necesitamos nosotros para calmar la ansiedad que nos despierta, por ejemplo verlos sufrir, ya sea por que se lastimó una rodilla jugando con el amiguito, o más adelante en la vida, porque el novio la dejó de amar. La sobreprotección tiene más que ver con la madre o el padre que con el hijo/a en sí mismo. ¿Qué quiero decir con esto? Simplemente, que cuando atendemos solícitamente cada una de sus demandas, lo que estamos haciendo es calmar el vértigo interior que nos produce no poder resolver las cosas más profundas que les ocurren. No podemos, ni debemos: hacer la tarea por ellos, elegir que van a ser cuando sean grandes y mucho menos a quién amarán. Sin embargo, cómo dice Serrat, “nos empeñamos en dirigir sus vidas, sin conocer el oficio y sin vocación” y es allí dónde debería sobrevenir la pregunta: ¿Qué es lo que este hijo/a representa para mí? ¿Qué agujero existencial está llenando en mí? Todo padre o madre responde consciente o inconscientemente a estas preguntas. Lo exprese verbalmente o no, todo su accionar puede ser leído para entender cuáles son los fundamentos en los cuales se apoya. Es maravilloso cuando comprendemos que al amarlos los impulsamos como flechas en el tiempo y en el espacio hacia su Propia Vida, o sea, hacia su autorrealización vital. Claro que todo esto lleva implícito el sentido que nosotros le damos a la Libertad, propiciamos una Libertad responsable, donde los hijos puedan elegir y hacerse cargo de sus propias elecciones, o nos angustiamos tanto frente a esto, que de alguna manera aconsejamos u orientamos lo que les conviene: “porque yo ya lo viví antes y sé lo que te digo.”

En general, tengo la convicción de que muchas veces los mejores filósofos son los artistas, por eso me siento reflejada y al mismo tiempo expresada a través de la letra de la canción que está en primer término y la breve poesía de mi querido Maestro.


ESOS LOCOS BAJITOS

A menudo los hijos se nos parecen, y así nos dan la primera satisfacción; ésos que se menean con nuestros gestos, echando mano a cuanto hay a su alrededor. Esos locos bajitos que se incorporan con los ojos abiertos de par en par, sin respeto al horario ni a las costumbres y a los que, por su bien, (dicen) que hay que domesticar. Niño, deja ya de joder con la pelota. Niño, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca. Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma, con nuestros rencores y nuestro porvenir. Por eso nos parece que son de goma y que les bastan nuestros cuentos para dormir. Nos empeñamos en dirigir sus vidas sin saber el oficio y sin vocación. Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones con la leche templada y en cada canción. Nada ni nadie puede impedir que sufran, que las agujas avancen en el reloj, que decidan por ellos, que se equivoquen, que crezcan y que un día nos digan adiós.
Horacio Salas/Joan Manuel Serrat

“Como un padre
o una madre,
todo responsable
de un proceso educativo
debe saber
“dar lugar al que viene”,
al educando, hacerse
él mismo camino y no
obstáculo por un amor
posesivo que intenta
retener-para-sí
a quien, hasta por oficio,
se debe ayudar
a lanzarse en la flecha
del propio crecimiento.”
Manuel Artiles

PORQUE FRACASAN ALGUNAS PSICOTERAPIAS

Varios factores confluyen para que el Encuentro entre dos personas sea esto, es decir, efectivamente un Encuentro, o no. Lo mismo ocurre en el ámbito psicoterapéutico, tanto paciente o consultante, cómo terapeuta u orientador interactúan imprimiéndole a la entrevista un signo peculiar, único e irreproducible. Para comprender el fenómeno del desencuentro o lo que en el título llamo fracaso analizaré desde el punto de vista de uno y otro, ya que en mi vida personal tengo ambas experiencias.
De relatos de diferentes personas, tanto amigos, parientes como pacientes, he ido registrando comentarios que me permiten hacer una síntesis de cómo vive un paciente el vínculo con su terapeuta en la primera entrevista, me he centrado en lo que las personas sienten y piensan.

La Actitud del Terapeuta: Falta de contacto visual – Los silencios – Las interpretaciones.

En general, no se tolera la falta de contacto visual con la persona, al respecto he oído el siguiente comentario frecuentemente: “no me miraba, solo escribía todo lo que yo decía”. Esta actitud lejos de permitirle al paciente el ir encontrándose, hará que se promuevan sentimientos de soledad, elevará su estado de ansiedad (¿será esto lo que se espera de mí?, ¿lo estaré haciendo bien?) y sólo le facilitará la promoción de una catarsis en el mejor de los casos, es decir, servirá sólo como descarga de la angustia que el conflicto por el cual consulta promueve.
Otro de los comentarios que he escuchado es: “se quedaba callada/o y yo no sabía qué decir”. El manejo del silencio en el vínculo terapéutico, además de ser una herramienta útil para que el paciente se conecte con su mundo interno y pueda producir elementos para elaborar, puede convertirse en el peor enemigo de la persona que consulta. No estamos habituados a estar en silencio, ya sea a solas o acompañados; por lo tanto, esta actitud además de ser novedosa para el paciente le genera un monto de ansiedad que muchas veces no puede controlar y entonces, pide que se le pregunte por algo, o se empieza a reír nerviosamente porque se angustia, a modo sólo de ejemplo, como expresión de algunas de las actitudes más frecuentes. Muchos terapeutas mantienen esta actitud con adolescentes, sin comprender que para lograr generar el vínculo terapéutico es necesario comprender el código generacional para facilitar el acercamiento y la promoción del encuentro del joven consigo mismo. Sí los jóvenes de hoy están inmersos en una subcultura clipesca, donde las imágenes y los sonidos se suceden en un vertiginosa continuidad, difícilmente acompañando desde el silencio se logre generar un clima que, sobre todo al comienzo del tratamiento, favorezca la introspección y el autoconocimiento.
Del mismo modo, uno de los comentarios que con mayor frecuencia me ha llegado es: “me dijo algo sobre lo que yo estaba diciendo que no entendí… algo de que cuando era chico yo deseaba… no entendí” A este tipo de intervenciones técnicamente se las conoce con el nombre de interpretación. Las interpretaciones son una herramienta riquísima para echar luz sobre los conflictos internos pero, como toda herramienta, debe ser utilizada apropiadamente, encontrando no sólo las palabras adecuadas sino también el momento en que la persona y el vínculo terapéutico están aconteciendo.

La Actitud del Paciente:

Es frecuente escuchar a amigos o parientes, cuando son depositarios de ciertas confesiones vivenciales recomendar pedir ayuda terapéutica: “anda al psicólogo”, “Yo conozco un terapeuta que te podría ayudar”, etc. Y allí va la persona a llamar al teléfono que le ofrecieron o que buscó con la esperanza inconsciente, por supuesto, de que el profesional sea un mago que con su varita mágica resuelva todos los problemas que lo aquejan ya mismo. Desde ya, esta actitud que nos hermana como especie, no es privativa de una persona, ni siquiera de un grupo de personas. Es la esperanza infantil que en muchos casos nos lleva ante nuestra primera entrevista, bienvenida sea dicha esperanza, al mismo tiempo que con la ayuda del terapeuta podemos ir dejándola de lado. Tomando conciencia de ella, podremos comprender que el profesional al que le estamos pidiendo ayuda es un ser humano como nosotros, que seguramente ha recorrido cierto camino antes y que por eso podrá extendernos su mano para ir avanzando por el camino del encuentro con nosotros mismos.

Otra de las dificultades con las que se encuentra el paciente es que no sabe de qué hablar, cuánto más sí acude a terapia porque se lo indico el médico o la pareja o los padres; por ejemplo. A este respecto pueden ocurrir varias cosas, a saber:
1º “No sé porque estoy aquí” al no haber sido una decisión consciente y libremente tomada, sino algo que fue acatado. La persona debería preguntarse: “¿Quiero estar aquí? ¿Por qué? Sí logra contestarse a estas preguntas, consciente y libremente sabrá cual es el camino a seguir.
2º “¡¿Cómo le voy a contar esto que siento?!
¡¿Cómo le voy a decir esto que pienso?!
¡¿Cómo le voy a contar esto que vivo en relación a mis padres?!
¡¿Cómo le voy a contar esto que vivo en relación a mi pareja?!
¡¿Cómo le voy a contar esto que vivo en relación a mis hijos?!
A este tipo de diálogo interno se lo conoce técnicamente como censura. Funciona en nosotros muchas veces, no sólo en este tipo de vínculo. Está relacionada con lo que la otra persona va a pensar de mí: le voy a parecer un idiota o seguramente pensará que soy un depravado, etc. etc. Solo hay un modo de poder superar estos sentimientos y es con la confianza. Confianza que yo siento me brinda la persona del psicólogo, pero mucho más importante aún es la confianza que yo pueda generarme internamente respecto de lo que siento como de lo que pienso; reconocer que no son productos censurables, sino el rico material que conforma mi ser interior, a través del cual puedo llegar a superar el conflicto motivo de la consulta.
3º Hay personas que sienten que no vale la pena ser escuchadas, insisto todo esto de manera inconsciente. Estas son las personas que se callan y angustian, generalmente están viviendo un estado depresivo por distintos motivos. Se torna difícil salir de su interioridad, porque una parte de su persona siente que no vale nada. Justamente es una parte de su persona, por lo tanto hay otra parte de su persona que hizo que llamara por teléfono, solicitara la entrevista y llegara puntualmente al lugar que se le indicó a la hora convenida. Y es a esta parte de sí misma a la que puede recurrir, ayudada por el profesional para que su psicoterapia eche a andar.

Tengo la esperanza de que estas reflexiones puedan ser de ayuda tanto a personas que consultan como a psicoterapeutas de distintas líneas teóricas. Me permito unas recomendaciones finales para todo aquel que decida comenzar un proceso terapéutico y es lo siguiente: simplemente, responderse a sí mismo las siguientes preguntas. Estoy convencida de que podría ser de ayuda para orientar el propio camino:

¿Qué me llevo de esta sesión?
¿Qué impresión me causa la persona del psicoterapeuta?
¿Sentí que se había creado una corriente cálida de afecto y entendimiento entre nosotros?
¿Me sentí escuchado o juzgado?
¿Me sentí comprendido o entendido?
¿Me sentí cómodo?

LAS GENERACIONES QUE NOS PRECEDEN: NUESTROS MAYORES

Hay una observación que realizamos cotidianamente, sin que nos parezca extraño, vemos cómo nuestra sociedad occidental trata a los mayores. Basta viajar en un medio de transporte público para constatar que la gente que ocupa los asientos al ver a una persona mayor, mira para otro lado o peor aún inmediatamente los sorprende un sopor que hace que instantáneamente se queden dormidos. Peor aún es que, después de haber trabajado toda una vida, las jubilaciones disten mucho de ser la justa remuneración que les permita vivir con dignidad. Muchas veces, tenemos para con ellos actitudes hostiles, autoritarismo y maltrato; sea emocional o físico. En las familias ya no se les hace un lugar de respeto, sino que por muchos factores terminan en los modernos asilos, llamados geriátricos, en los cuales quedan al cuidado de extraños, perdiendo su grupo de pertenencia habitual y la mayoría de sus posesiones. Algunos de ellos olvidados definitivamente, otros recordados una vez por mes y los más afortunados (los menos) semanalmente visitados. No es la crueldad social el peor enemigo de un viejo/a, sino la indiferencia, la soledad progresiva a la que la vida natural los somete: lentamente sus seres más queridos, coetáneos, fallecen, ya sean éstos sus familiares o aquellos entrañables amigos con los que compartieron largas charlas y tantas vivencias. Las nuevas generaciones volcadas a vivir vertiginosamente en pos de bienes materiales, no se hacen del tiempo necesario para escucharlos, mucho menos para reconocer sus méritos y experiencias. Generalmente, tendemos a echar culpas afuera y gracias a los nuevos paradigmas sociales y científicos, son ellos los depositarios de nuestros fracasos y frustraciones. Difícilmente, nos encontremos reconociendo en vida lo mucho que hicieron por nosotros. Por supuesto que no fueron perfectos, pero esto no nos exculpa de convertirnos en una sociedad adoradora de la juventud eterna y detractora de la ancianidad. Somos tan exitistas como cultura que nos resulta importante no peinar canas, tener calvicie o arrugas. Ante los primeros signos del paso del tiempo, lo primero que hacemos es tomarnos el elixir moderno y recurrimos a un cirujano plástico para que borre de nuestro rostro arrugas en torno de nuestra boca con botox. Hacemos razonamientos que acallan nuestras conciencias, cómo por ejemplo: “Hay que cuidarse…el aspecto es importante, si no quedas fuera…” No cuidamos tanto nuestro cuerpo, en el buen sentido, como nuestra apariencia. Y entonces, ante la menor de las tentaciones sucumbimos a las grasas que tapan nuestras arterias, o a otro tipo de envejecimiento prematuro, pero como éste no se ve, seguimos adelante. Para este tipo de deterioro no hay cirugía estética que valga, por algo aumenta considerablemente la patología cardíaca en nuestra cultura. Sin embargo, el promedio de vida se extendió, lo cual no significa que al vivir más años mejoremos nuestra calidad de vida. Todo lo contrario y allí la población sexagenaria, septuagenaria, octogenaria ha aumentado considerablemente en los países más desarrollados tanto que la pirámide demográfica se ha invertido, esto quiere decir que hay menos nacimientos en proporción a la cantidad de mayores. Por esto se hace necesario y urgente que reflexionemos a este respecto como cultura y optimicemos nuestros recursos en función no sólo de los niños y jóvenes, sino que podamos reconsiderar nuestra actitud frente a ellos para poder encontrarnos con nuestros orígenes y así apropiarnos de nuestra verdadera identidad. Sin esta reconciliación generacional, que implica ser empático con nuestros viejos, o sea ponernos en su lugar por un momento, aceptándolo en sus aciertos y desaciertos; se nos dificultara la reconstrucción de la tan materialista y exitista cultura occidental.


'Llegar a viejo'

Si se llevasen el miedo,
y nos dejasen lo bailado
para enfrentar el presente...
Si se llegase entrenado
y con ánimo suficiente...

Y después de darlo todo
- en justa correspondencia -
todo estuviese pagado
y el carné de jubilado
abriese todas las puertas...

Quizá llegar a viejo
Sería más llevadero,
Más confortable,
Más duradero.

Si el ayer no se olvidase tan aprisa...
Si tuviesen más cuidado en donde pisan...

Si se viviese entre amigos
que al menos de vez en cuando
pasasen una pelota...
Si el cansancio y la derrota
no supiesen tan amargo...

Si fuesen poniendo luces
en el camino, a medida
que el corazón se acobarda...
y los ángeles de la guarda
diesen señales de vida...

Quizá llegar a viejo
Sería más razonable,
más apacible,
más transitable.

¡Ay, si la veteranía fuese un grado...!
Si no se llegase huérfano a ese trago...




Si tuviese más ventajas
y menos inconvenientes...
Si el alma se apasionase,
el cuerpo se alborotase,
y las piernas respondiesen...

Y del pedazo de cielo
reservado para cuando
toca entregar el equipo,
repartiesen anticipos
a los más necesitados...

Quizá llegar a viejo
sería todo un progreso,
un buen remate,
un final con beso.

En lugar de arrinconarlos en la historia,
convertidos en fantasmas con memoria...

Si no estuviese tan oscuro
a la vuelta de la esquina...
O simplemente si todos
entendiésemos que todos
llevamos un viejo encima.


Joan Manuel Serrat

SENTIMIENTOS POSITIVOS Y NEGATIVOS: OPORTUNIDAD DE CRECIMIENTO

El trabajo con uno mismo es una tarea cotidiana, ardua; por momentos tediosa y cansadora. ¿Por qué digo esto? Porque creo que “la caridad bien entendida empieza por casa”, o sea, he aprendido a no horrorizarme de mí y en general acepto lo que aparece en mi interior, sean estos sentimientos positivos o no. A veces, me ha resultado más difícil aceptar los sentimientos positivos que los negativos. Por mi educación católica y el temor de “caer en el pecado de soberbia”, no atesoro lo bueno que hay en mí. Al final son puras pamplinas para no aceptarme, y por lo tanto, no quererme íntegramente. Mucho más complejo es aceptarse a uno mismo sintiendo: ira, celos, envidia, rivalidad, miedo, orgullo, rencor, resentimiento; por nombrar sólo algunos.
¿Cómo quedo yo frente a mí misma? En general, los seres humanos tenemos defensas frente a esto que nos permite mantener cierta tranquilidad interior: habitualmente utilizamos el mecanismo de negación, es decir, esto no existe; y casi por arte de magia esos sentimientos son borrados del área de nuestra consciencia. Así logramos mantener esa imagen de nosotros que es ego-sintónica, o sea, esa valoración que está en sintonía con nuestro Yo. Pero, ¿qué pasa cuando este mecanismo no funciona? Tenemos a mano otro recurso: consiste en ver en los demás aquello que no soportamos ver en nosotros mismos. Nuestro discurso interno nos dice: “no soporto a fulano porque se enoja” o “no me gusta mengano porque es resentido” o el ejemplo que ustedes quieran crear desde su experiencia de vida. Entonces, quedamos exonerados de culpa alguna, porque es el otro el que tiene esos sentimientos, no yo. Cuando nos atrevemos a hilar un poco más fino, y somos capaces de preguntarnos: ¿Por qué tengo este sentimiento desproporcionado hacia éste o aquél? Cuando aflora nuestra sinceridad para con nosotros mismos, vemos que ese sentimiento que odiamos en el otro nos pertenece. He ahí el desafío, una vez que hago contacto con esta parte de mí y no la oculto en mi inconsciente, ni la deposito fuera de mí, comienza el verdadero trabajo de observación y aceptación de mi persona. Y resulta que en la medida que utilizo mis sentimientos, positivos o negativos, en esta forma de trabajo, me voy aceptando.
Pero la maravilla no termina aquí. En la medida en que me acepto a mí mismo, soy más empático con los demás. ¿Qué quiere decir empático? Quiere decir que soy capaz de ponerme en el lugar del otro, comprendiéndolo y aceptándolo. O sea, en la medida en que me acepto a mí mismo, soy capaz de aceptar a los demás. Y es aquí donde se me hace clara la frase bíblica: “Amar al prójimo como a uno mismo”. En la medida en que soy capaz de amarme a mí mismo, en mis luces y en mis sombras, voy a ser capaz de aceptar y amar a los demás.
Muchas veces nos pasa, que somos capaces de verternos en los demás con mucha más facilidad de la que nuestro mundo interno nos propone a cada momento. Es frecuente en las mujeres encontrar esta modalidad, no sólo como vía de crecimiento, sino como vía de escape de uno mismo. Atendemos a hijos, maridos, padres; pero nos diluimos en cuidados hacia los demás, sin poder encontrarnos con nosotras mismas desde un lugar de crecimiento interno.
Por esto tenemos una gran posibilidad de desarrollo o evolución, que es atender a nuestra interioridad, desde un lugar de comprensión para con uno mismo, utilizando cada vivencia como una oportunidad para desplegar lo que tenemos como potencial los seres humanos.




* QuieN CoNTieNe A La DiVeRSiDaD...
(Cosmos)
WaLT WHiTMaN
Quién contiene a la diversidad y es la Naturalezaquién es la amplitud de la tierra y la rudeza y sexualidad de la tierray la gran caridad de la tierra, y también el equilibrioquién no ha dirigido en vano su mirada por las ventanas de los ojoso cuyo cerebro no ha dado en vano audiencia a sus mensajerosquién contiene a los creyentes y a los incrédulosquién es el amante más majestuosoquién, hombre o mujer, posee debidamente su trinidad de realismode espiritualidad y de lo estético o intelectualquién después de haber considerado su cuerpoencuentra que todos sus órganos y sus partes son buenosquién, hombre o mujer, con la teoría de la tierra y de su cuerpocomprende por sutiles analogías todas las otras teoríasla teoría de una ciudad, de un poemay de la vasta política de los Estadosquién cree no sólo en nuestro globo con su sol y su lunasino en los otros globos con sus soles y sus lunasquién hombre o mujer, al construir su casano para un día sino para la eternidadve a las razas, épocas, efemérides, generaciones.El pasado, el futuro, morar allí, como el espacioindisolublemente juntos.
Walt Whitnan (Estados Unidos 1819 – 1892)
Reseña biográfica
Desde niño leyó con avidez los clásicos, interesándose muy especialmente en Goethe, Hegel y Emerson, quienes se convirtieron luego en su fuente de inspiración. Abandonó los estudios básicos para emplearse como ayudante de imprenta y más tarde ofició como maestro y periodista, escribiendo artículos para diversas revistas y periódicos. En 1850 se trasladó a New Orleans para trabajar en el campo de la construcción. Cinco años más tarde, tras un gran esfuerzo económico, publicó su famosa obra "Hojas de hierba", alabada en todos los medios literarios y reeditada un sinnúmero de veces.Durante la Guerra Civil norteamericana sirvió como ayudante de enfermería. Al terminar el conflicto continuó añadiendo poemas para las nuevas ediciones de su obra y escribiendo ensayos de contenido político. Aquejado por varias enfermedades, se estableció en New Jersey donde falleció en marzo de 1892.

La Felicidad: compartiendo reflexiones desde distintos rincones de la historia

Muchas veces en nuestra vida nos preguntamos ¿Qué es la Felicidad? Y lejos de ser originales en la pregunta, podríamos decir que hay tantas respuestas como seres humanos. Sin embargo, algunas respuestas tienen cierto consenso, es decir son compartidas por muchas personas. De las respuestas más interesantes a esta pregunta, encontramos la que da Aristóteles (filósofo S. 384 A.C. – 322 A.C.), quien analiza los distintos géneros de vida en los que los seres humanos han creído encontrar la felicidad:
La primera respuesta es el placer, lo que todos de una u otra manera buscamos es placer, y muchas veces confundimos la felicidad con el simple bienestar inherente fundamentalmente a nuestros sentidos.
La segunda respuesta es los honores, que corresponden a la vida política.
La tercera respuesta es la riqueza.
Critica a la primera porque no vuelve al hombre autárquico, sino que crea dependencia del objeto de su deseo. A la segunda porque están más en quien los da, que en quien los recibe, podríamos agregar, pueden ser entregados o quitados arbitrariamente. Por último, nos dice que la riqueza tampoco es la felicidad porque es más un medio que un fin en sí mismo.
Un periodista realizó una entrevista a S. Freud en su exilio de Londres unos meses antes de su muerte. En el desarrollo de la charla le lanzó la que hoy podíamos entender como la pregunta del millón o la cuestión que pensaba que serviría como síntesis de su pensamiento: ¿qué variables serían las esenciales para llegar a ser una persona madura y con una buena salud psíquica? El propio entrevistador, influido quizás por estereotipos y prejuicios respecto al contertulio, reconoció que esperaba un denso y largo discurso del padre del psicoanálisis en el que sentara cátedra sobre la estructura de la psique y los principios fundamentales de la salud mental. Freud simplemente respondió con dos términos: Amar y trabajar.
“Trabajar”, habitualmente consideramos esta acción como algo inevitable, y sufriente. Casi sin darnos cuenta tenemos arraigado filogenéticamente la frase bíblica que dice: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Y de esta manera olvidamos que es a través de nuestro quehacer que nos realizamos. Es un modo de conocer al otro saber a qué se dedica, eso sólo nos anoticia de sus intereses e inquietudes. Plasmamos nuestro ser en lo que realizamos y sobre todo en el modo en qué lo llevamos adelante. Manuel Artiles nos decía: “La libertad no consiste tanto en hacer lo que se ama, sino en amar lo que se hace”. Por lo tanto, cualquier tarea es el reflejo de nuestra persona, de nuestro modo de ser-en-el-mundo.
“Amar”, decir que es dar, decir que manifestamos nuestro amor hacia otros en nuestras acciones, es casi una verdad de Perogrullo. Es la actitud oblativa, silenciosa, la que nos conduce al desprendimiento generoso. Consistente en hacer por el otro, más allá de uno mismo. Esa es una tarea difícil, porque cuando analizamos profundamente este modo de vivirnos en relación a los demás y a las cosas, nos encontramos con el enorme placer que esto conlleva y es entonces cuando concluimos que no sólo lo hacemos por los otros, sino que en buena medida, porque al mismo tiempo nos gratifica y reconforta. Esto último, no le quita mérito, sino que es parte del “misterio del amor”. Tan importante como dar, es ser capaz de recibir el amor de otros. Ser abierto, receptivo muchas veces es vivido como signo de debilidad, mas, es parte de nuestro ser-humano el que seamos permeables a lo que los demás nos prodigan. En definitiva, el enriquecimiento se genera cuando fluye en ambos sentidos.
Un regalo desde el siglo V a.C.
Ejercicio amoroso basado en el Diálogo de Sócrates - Los tres filtros:
Verdad – Bondad – Utilidad

¿Sabes, Sócrates, lo que acabo de oír sobre uno de tus discípulos?
Antes me gustaría que pasaras la prueba del triple filtro. El primero es el de la Verdad ¿Estás seguro de que lo que vas a decirme es cierto?
- Me acabo de enterar y…
- …o sea, que no sabes si es cierto. El segundo filtro es el de la Bondad. ¿Quieres contarme algo bueno sobre mi discípulo?
- Todo lo contrario.
- Con que quieres contarme algo malo de él y sin saber si es cierto. No obstante aún podría pasar el tercer filtro, el de la Utilidad, ¿me va a ser útil?
- No mucho.
- Si no es cierto, ni bueno, ni útil; ¿para qué contarlo?